Reflexiones sobre “El secreto de las 7 semillas”
Ignacio Rodríguez era un hombre de negocios, Gerente General de una empresa muy importante. A causa de sus malos hábitos y estrés constante a sus 42 años de edad sufrió un infarto, por lo que su médico le recomendó alimentos sanos, dejar el tabaco y el alcohol, además de practicar meditación para controlar su estrés.
Él era muy escéptico con ese tipo de cosas, sin embargo, a pesar de haber mejorado su alimentación, un mes después de su cita con el doctor estuvo cerca de sufrir otro infarto; así que como un acto de desesperación, pero todavía con muchas dudas al respecto, decidió acudir a un maestro hindú que le habían recomendado para que aprendiera a meditar. Al conocer al maestro, Ignacio quedó sorprendido por la energía y sabiduría que percibía en él y en cada una de sus frases. Se dio cuenta por primera vez en toda su vida que, a pesar de todas sus posesiones materiales y todos sus logros, realmente no era feliz. Al terminar su conversación el maestro sacó un cofre y le dijo a Ignacio que ahí guardaba las siete semillas de la felicidad y que cada una de ellas contenía una enseñanza profunda, que le permitirían retomar su camino.
Le entregó la primera semilla y le pidió que regresara cuando germinara para descifrar su enseñanza. Como habían pasado cuatro semanas y la semilla aún no había germinado, Ignacio decidió acudir al maestro a pedir una explicación. El maestro le confesó que era una semilla que había sido golpeada por un martillo por lo cual nunca germinaría. Le explicó que esa semilla representaba el autoconocimiento, que así como la semilla la mayoría de los niños son golpeados de pequeños física o psicológicamente y por eso nunca llegan a desarrollar su verdadero potencial, pero a diferencia de la semilla los seres humanos sí podemos desarrollar igualmente nuestro potencial al hacernos conscientes de que muchas de nuestras emociones de miedo, inseguridad, angustia, enojo, etc., y las acciones que tomamos a partir de ellas, no son realmente nuestras sino que las proyectamos de forma subconsciente debido a que en el pasado, sobretodo cuando éramos niños, nos hicieron sentir de esa forma. Si logramos identificar esos sucesos y vamos tomando conciencia de nuestras emociones subconscientes, revisando cómo se manifiestan en nuestra vida actual, podremos poco a poco separarnos y liberarnos de ellas y de sus consecuencias.
Al conocer al maestro, Ignacio quedó sorprendido por la energía y sabiduría que percibía en él y en cada una de sus frases.
El maestro le entregó a Ignacio la segunda semilla y nuevamente le pidió que regresara cuando hubiera germinado, mientras tanto tendría el tiempo suficiente para anclar la primera enseñanza. Pasó un mes y la segunda semilla ya había germinado, por lo que Ignacio acudió nuevamente al maestro y le contó sus avances respecto a su autoconocimiento. Al preguntarle por la lección de la segunda semilla el maestro le dijo que era una “mimosa pública” una planta que tiene la peculiaridad de retraerse cuando siente ruidos a su alrededor, ante la actividad la planta se esconde en si misma, se aísla y busca su paz interior. Así el maestro le explicó a Ignacio que la enseñanza de esa semilla era sobre la meditación, una técnica que consiste en no pensar, en despejar la mente. Le recomendó que empezara a practicarlo al menos una vez al día para "aparcar" la actividad externa y ponerse en contacto con su energía interior, y de esta forma acceder a su tesoro interno de paz, tranquilidad y sabiduría. El maestro le entregó a Ignacio la tercera semilla y una vez más le dijo que volviera después de que germinara. Después de unos meses la tercera semilla se había convertido en un maravilloso rosal púrpura. El maestro le explico a Ignacio que la elección de esa semilla era sobre el ego, que cuando nos sentimos seguros tenemos autoconfianza, sentimos que valemos; es decir, cuando nuestra autoestima está alta no existe la necesidad de ocultar ni de demostrar nada, sin embargo, cuando nos sentimos inseguros, con temor o miedo, nuestro ego tiene una necesidad imperiosa de ocultar esa realidad interna y así, desarrollamos de una forma subconsciente determinadas conductas. Por ejemplo, es común que personas con problemas de estima busquen ponerse en situaciones donde puedan sentirse admiradas, reconocidas o simplemente obtengan atención de cualquier forma; lo hacen porque en el fondo se sienten poco valoradas e inseguras y, al igual que con las rosas, si te acercas a estas personas verás una realidad espinosa de miedo y dolor interno. Ese es el mismo ego el que nos domina cuando hablamos mal de otras personas, las juzgamos o incluso las agredimos física o psicológicamente para así terminar la necesidad de nuestro ego de sentirse superior. El maestro le enseñó que podría reducir y calmar ese ego negativo si continuaba con la meditación diaria.
Pasaron otras semanas más y la cuarta semilla germinó y comenzó a crecer. Su jardinero le dijo a Ignacio que se trataba de una planta de mango, Ignacio creía que el mensaje estaría relacionado con los frutos de la vida, ya que uno cosecha lo que siembra, pero el maestro le dijo que estaba de acuerdo con esa afirmación, pero que en realidad el mensaje de esa semilla era “el servicio desinteresado”, ya que el mango nos protege del sol con su sombra y además nos entrega sus frutos. Habitualmente actuamos de forma interesada para lograr nuestros objetivos personales, lograr metas, solucionar nuestros problemas o adquirir cierto estatus comprando objetos caros. Ignacio se dio cuenta de que la publicidad y la televisión nos hacen creer que la felicidad está en las cosas materiales, pero en realidad la felicidad más grande es la que se siente cuando ayudas a terceras personas. Es como si Dios te diera un premio por alinear tus acciones con la divinidad. Hacer servicio desinteresado es pasar por encima del ego y descubrir como podemos ayudar a las otras personas. El maestro le hizo entender que el servicio es una actitud hacia la vida, que hacer servicio es escuchar con empatía a sus empleados cuando tienen algún problema, es preocuparse por el crecimiento y desarrollo de su persona, de su pareja, de sus hijos, de su personal e incluso entregarle un pensamiento de amor silencioso a una persona en la calle, además de contribuir con causas benéficas. Finalmente, el maestro motivó a Ignacio a encontrar su propósito de vida y que el servicio que hiciera estuviera alineado con ese propósito.
La quinta semilla era de girasol y floreció en menos de dos meses. Ignacio estaba contento de poder reunirse nuevamente con el maestro, contarle sus avances y seguir aprendiendo de su sabiduría. El girasol rota durante el día buscando la luz del sol, y eso nos recuerda que lo importante no es qué circunstancias o problemas nos enfrentemos en la vida, sino que siempre debemos orientar nuestras decisiones hacia la luz, hacia Dios. En todo dilema moral necesariamente se enfrentarán varios valores y debemos decidir por aquel camino que se acerqué más a la esencia de nuestro espíritu. La semilla de girasol representa la toma de decisiones éticas y a pesar de que Ignacio nunca le había puesto importancia a estas cosas, ya que en su país muchas de estas cosas son consideradas normales, pero ahora era consciente de que afectaba a toda la sociedad, y a él mismo simplemente con comprar libros y películas piratas, con pagar coimas para que su empresa sea beneficiada o cualquier otro acto deshonesto en que incurría. Al dejar de lado esas prácticas podría disfrutar de la paz y la tranquilidad mental a consecuencia de llevar una vida ética.
La sexta semilla tardó seis meses hasta que por fin emergió un pequeño brote. Su jardinero le informó que se trataba de una pequeña planta de pino. Tenía mucha curiosidad por acudir donde su maestro, pues no tenía claro qué enseñanza le podría traer esta semilla. El maestro le explicó que lo que hace especial al pino es la simetría de sus ramas, esto le da un excelente equilibrio que le permite crecer muy alto y permanecer totalmente balanceado, además de muchas otras ventajas. Nosotros también tenemos ramas, que son los diferentes papeles que jugamos en la vida. Ignacio era Gerente de su empresa y tenía mucho trabajo, pero también era padre, esposo e hijo y si quería disfrutar de su familia debía cuidar de su salud, además también le gustaba compartir su tiempo con sus amigos y muchas cosas más. Él también debía encontrar el balance perfecto entre sus ramas, de modo que un rol no le haga sombra al otro. El maestro le dio a Ignacio el consejo de planificar con anticipación su tiempo cada semana para que pudiera asegurarse de desempeñar cada uno de sus roles. Finalmente, antes de despedirse también le sugirió que procurara llevar una dieta predominantemente vegetariana para disfrutar de mejores niveles de energía y mayor salud.
La última semilla fue un árbol de junco. Este árbol tiene como característica ser totalmente flexible y por eso tiene la capacidad de soportar vientos huracanados. Lo único que es rígido y no se mueve es su raíz. Este árbol trae dos mensajes: en primer lugar nos dice que en la vida debemos adaptarnos a los vientos del cambio, debemos tener la mente abierta y atrevernos a cuestionar nuestras conductas, creencias y prejuicios para explorar, para hacer cambios positivos en nuestra vida, aunque en un inicio otras personas nos desalienten. El segundo mensaje de esta semilla es sobre la sabiduría del desapego, así como el junco que fluye con los vientos sin ofrecer resistencia, pero también su raíz bien arraigada en la tierra; los seres humanos debemos ser libres, sin tener apego a lo superficial, a los bienes materiales o a las formas, nuestro arraigo debe estar sólo en lo más profundo de nuestro ser, que es nuestro espíritu.
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Dr. Manuel Rubio Sánchez
Médico Estético